junio 10, 2011

21 Morir más de una vez

Serena como un sonámbulo, y fría, soltaba el libro que estaba ojeando en el stand del final de la calle. La mujer, rodeada de gente, caminaba por un vacío que observaba, acechando. Era guapa, de eso me acuerdo estupendamente, no tanto de las dudas. Pero sus ojos no mentían.

Aquella madre que dejó a su niña llorando salió de la calle y, ante la ausencia de miradas ajenas, le golpeé con fuerza la cabeza, y cayó inconsciente.

No podía comprobarlo, tenía que ser todo, o sería nada. Si Fael despertaba y encontraba un nuevo cuerpo al que saltar habría perdido días de búsqueda, sino la pista por completo.

Aquella mujer, que visitaba los nichos aquel día, despertaba en el mismo cementerio, tumbada en una caja de madera, encajada en una tumba, dolorida y bien atada, amenazada por un joven y una pala que arrojaba tierra sobre ella.

- ¡Ayuda! ¡Socorro! ¡Por favor! –

- No insistas Fael. Aquí nadie te oye. – Le decía mientras seguía cubriendo su cuerpo con arena. – Y si tenía alguna duda, tus ojos, nada más despertar, me la han resuelto -.

Un leve viento y el frío de la noche confirmaban mis palabras, el cementerio estaba desierto, con un silencio solo roto por la pala. Pero yo no la oía. En mi cabeza solo sonaba el golpe de Laura al desplomarse, y el llanto de aquella niña.

- No puedes matarme Andrés. Soy como tú, ¡piénsalo! ¿Acaso has perdido el juicio? –

- Sé que ese cuerpo sí es mortal, y cuando se quede sin vida, dime, ¿sobre quién saltarás ahí abajo? -.

La agresividad de Fael fue en aumento junto a su impotencia. Empezó a agitarse, buscando zafarse, pero su cuerpo estaba bien atado, y magullado. Cada vez que gritaba de rabia, le vaciaba una pala en la cara.

- ¡Andrés! ¡Te mataré, igual que a Laura, de la misma forma! ¿Me oyes? ¡Sácame o te juro que te mataré! –

- La promesa de un muerto es efímera como la vida…. –

Le cubrí primero la cabeza. No quería oír nada más, ya había hablado y gritado suficiente. Mientras seguía tapando, su cuerpo se agitaba con espasmos cada vez menos frecuentes, hasta que el montón de arena que ya se había formado dejó de moverse.

- Aquel día en el cementerio aprendí que morimos más de una vez en la vida -.

- Y a más vives, más veces mueres, pequeña -.

Cerré bien la tumba, la misma sobre la que rezaban la madre y la hija, cuyo féretro había enterrado antes junto al muro viejo. Y olvidé, por miedo, el nombre de aquella lápida. Hasta hoy.

junio 03, 2011

20 Un bon somni

Formaba parte de la estampa: con nueve años, ropas marineras le decían (pero no tenía otra cosa), sentado en el murete, con las piernas hacia el puerto, esperando a que alguno de los pescadores me diese alguna clases de trabajo. Barcelona me permitía mucha movilidad, lo que suponía también más problemas. Pero sabía zafarme.

No lo recuerdo bien pero, mirando la foto, después de todo lo pasado, recuerdo aquella niña de quizás siete años que cargaba con más cestas de lo que sus cortos brazos abarcaban.

- Gràcies -.

- De res, petita -.

- ¿Eres pescador? -.

- Se puede decir que sí. Aunque no solo pesco peces -.

- Qué raro eres -. Y me sonrió.

Recuerdo lo extraña que era ella también. Le brillaban los ojos, y aparentaba más edad al hablar.

- ¿Qué edad tienes? –

- A una chica no se le pregunta por su edad -.

- Eso es a las mayores -.

- ¿Tan pequeña crees que soy como para decirte mi edad? –

- No tanto, si no, no hubieras podido con tantas cestas -.

Y ambos reímos.

La busqué más veces sin éxito, porque quería saber más de ella, y porque algo me decía que la volvería a encontrar. Pero el cambio de ciudad hizo que me olvidara, como un buen sueño que olvidamos porque, ya cumplió su propósito.

- ¿Cómo te llamas? – le pregunté antes de perderla de vista.

- Laura -.