febrero 26, 2010

17 Según lo que puedas perder

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Ya lo había pensado alguna vez, pero quizás nunca con un aire tan altruista y azaroso. Pero no, no me gustaba ser un héroe, porque no me gustaba llamar la atención, y el héroe, como modelo de referencia, es un punto de miradas al que no quería llegar. Bastante tenía ya con ser popular entre los compañeros de escuela, aunque eso no lo hubiera cambiado fácilmente por nada. ¿Pero un héroe? No, lo que sucedió fue instintivo, y aunque lo repetiría, le quité importancia rápidamente.

- Pero, ¿cómo lo has hecho? – me preguntaba Julio.

El incidente fue en un paso de cebra, dónde tiré de un niño a punto de ser atropellado.

- Tengo muchos reflejos, nada más. Pero es algo que cualquiera hubiera hecho. Además, también podría haber salido mal, influyó mucho la suerte -.

Julio leía muchos tebeos, le encantaban los personajes que iban salvando el mundo, y me los enseñaba uno tras otro, convenciéndome de lo bueno que era ser un héroe. Yo sentía que tenía que mantener un buen comportamiento, cada vez más desde mi etapa en el orfanato, pero de ahí a dedicarme a salvar el mundo…

- Pues a mí me encantaría ser más valiente y tener más poderes, y ganar muchas batallas, ¿a ti no?

- Bueno, yo pienso que a un héroe no se le mide tanto por lo que pueda ganar, sino por lo que puede permitirse perder -.

Me definía muy bien ese pensamiento, porque aunque no fuera por el mundo salvando gente, durante esos años dejé poco a poco de ser el “héroe” solitario al que me había acostumbrado.
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febrero 19, 2010

16 Ansiada juventud

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Deseaba ser joven, nunca lo había deseado tanto, había vivido feliz de niño, incluso me había escudado en ello en más de una ocasión. Pero tener compañeros de 16 años, aunque aparentase menos, e incluso amigos mayores, podía conmigo. No quería volver a ser niño.

- Están donde siempre Andrés – me decía Irene desde la cocina - pues no, no están aquí. Qué raro. Andrés, ¿puedes echarme una mano? -

- Estoy ocupado ahora mismo – le decía mientras observaba por la ventana a un grupo de jóvenes que hablaban.

- Bueno, pero vente un poco más tarde y me ayudas, que los invitados llegarán a las cinco -.

Era el cumpleaños de Paula. La pequeña niña cumplía ocho años y estaba muy cambiada, era mucho más alta, y había madurado bastante. Se preocupaba por su aspecto, siempre llevaba una ropa muy bien escogida y un pelo perfecto. Además, tenía una gran inteligencia y soltura junto a sus compañeros,… quizás estuviera aprendiendo de mí. Y si ella destacaba, mucho más lo hacía yo, aunque en apariencia fueran solo tres años más.

Irene quería lo mejor para ella y la cuidaba mucho. Y también para mí, me daría cuenta más tarde. Nos quería, y aunque no supo nunca la verdad estoy seguro que algo sospechaba, quizás por eso me ayudó en todo lo que pudo.

- ¡Gracias hermanito! – Me decía Paula cogiendo mi regalo, cuando ya todo el mundo se había ido. Conforme pasaba el tiempo más la quería, realmente fui muy feliz teniéndola de hermana. – Pero, esto cuesta mucho, ¿cómo lo has conseguido? –

- Es un regalo, ¿no? Pues no preguntes hermanita. Feliz cumpleaños -.

Por primera vez estaba viviendo sin esconderme, tranquilo, en una familia, y en plena juventud. No quería volver a ser un niño. A falta de un año ya lo tenía más que decidido: ¿y si no cambiara esta vez?
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febrero 12, 2010

15 Manténganse vivos

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Para la mayoría de los humanos, mantenerse con vida significa respirar, fluir los pensamientos y la sangre. Pero ese es un concepto equivocado, porque vivir va mucho más allá de lo corporal. De todo, creo que fue lo más importante que aprendí aquellos años.

Había experimentado muchos placeres, y por lo vivido no se me escapaba nada que no supiera un adulto. Pero nunca había estado tan cerca, con tantas posibilidades, hasta entonces. La edad de mis compañeros respaldaba mucha de las diversiones que podía permitirme, aunque también usaba mi ganada posición para unirme a grupos de amigos mayores. Y también para unirme a chicas.

Conocía más que ninguno cómo funcionaba el proceso, y qué era lo que querían, por lo que no tuve ningún problema buscándome compañeras con las que salir. Sobre todo, las llevábamos al cine, era con lo que más nos entreteníamos. A mí me gustaba mucho, recuerdo muy bien una película que me enseñó mucho sobre esta reflexión, “Blade runner”, aunque tuve que verla solo. Con los demás difícilmente veíamos lo que yo quería, no se puede tener todo.

- ¿Por qué dices que es infantil? A mí me gusta – me decía una de las chicas con las que estaba de novios, - y sale mucho más que la del tren que dices -.

Pero como digo, no me importaba: si no me interesaba, más tiempo me pasaba besándola. Llegué incluso a repetir película con chicas diferentes. Me resultaba a veces hasta fácil embaucarlas, tanto como a mis compañeros, a los que les contaba mil historias. A veces bastaba con sacar un cigarrillo y fumarlo delante suya, y explicarle cómo se hacía. Pura ironía, los sé, pero no me daría cuenta hasta un tiempo más tarde.

¿Vivir? Vivir es experimentar, es construir, es luchar. La persona que físicamente permanece viva tumbada en el suelo no vive, está muerta. Y yo quería vivir, tenía muchas ganas de vivir en aquel tiempo, por eso procuraba hacerlo todo: leía mucho, las películas, oía canciones,… incluso escribía alguna cosa, pero con la vida que había llevado tampoco es que se me diera muy bien la quietud frente al papel.

Y probar placeres. Recuerdo una motocicleta con la que me encantaba pasearme. Yo no pude tener una, mis padres no quisieron, me veían muy pequeño aún. Pero conseguía que alguien me la prestara de vez en cuando. Fue con la moto cuando la vi por primera vez. Me fijé sin más al principio.

- ¿Quién es la morena de trenzas, la que habla con Jose? – pregunté al chico de un curso mayor que me la había prestado.

- Es Laura, de nuestra clase. ¿Te la presento? –

- No… Quizás más tarde -.
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febrero 04, 2010

14 Jefe de los ejércitos

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- ¡Rómpele la cara! – gritaba uno de los niños.

- Vamos Jose, a por él – gritaba el que me sujetaba. Estaba contra la pared, y entre todos me dieron una paliza.

- Enano de mierda, para que mantengas la boca cerrada -.

El nuevo colegio era mucho más agresivo que el orfanato, quizás porque éramos muchos más, y el barrio en el que estábamos lo complicaba. Intenté no llamar la atención, pero no es fácil cuando aparentas tres años menos que el resto de niños de tu curso, y sabes tres veces más.

- Andrés, ¿yo te he dado la paga esta semana? – Me preguntaba Amalio, nuestro padre adoptivo.

- No -.

- Toma -.

- ¿Y este roto en la ropa? – preguntaba Irene desde la cocina.

- Me lo hice en gimnasia, mamá -.

- Ten más cuidado la próxima vez. E intenta ir mejor en esa asignatura. Aunque el resto, me han contado en tutoría, parece que va a ser todo diez otra vez -.

Como si fuera un problema, y no era más que un pasatiempo. El verdadero obstáculo era que no me aceptasen, pero busqué cómo solucionarlo, me lo propuse como reto personal aunque fuera un proceso largo. Nunca me había enfrentado tan abiertamente a la sociedad, estando encadenado a un rol concreto, a un lugar, un nombre y un ahora. Estuve casi el primer año entero observando, y trazando estrategias en mi cuarto. Tenía que salir bien. Saldría bien…

Empecé por un amigo…

- Mi madre me ha dicho que todos pegamos el estirón antes o después. Y yo tengo muy poco pelo también. - Me decía Julio - ¿No te molesta ser tan bajo? -

Mientras, evitábamos chocar con alguno de los que se las daban de matones. A los profesores ya los tenía en el bolsillo, así que proseguí con la clase…

- ¿Alguien quiere el examen de mañana? –

Y con el curso…

- Andrés quiere organizar con el tutor un viaje a la feria del parque. ¿Quién quiere apuntarse? -

Lugo a cursos más pequeños, así mi nombre empezó a sonar por todo el colegio…

- ¿Ves? Aquel es Andrés. Sí, el hermano de Paula. Pregúntale a él, seguro que puede ayudarte -.

Y, por último, los cursos mayores…

- ¡E, ¿venís al cine? El novio de mi hermana nos cuela otra vez -.

- ¿Qué dices, Jose?, hemos quedado con Andrés para ir a un bar. Nos va a enseñar a jugar al billar. El otro día le hizo perder a un tío mil pesetas -.

- ¿El niño chico? Pero si es un retaco de mierda-.

Se equivocaba. Ser el más popular significa que lo que yo decía se convertía en lo que los demás pensaban. Desde que movilicé a todos como soldados ya nadie pensaba que fuera un retaco de mierda. Había dejado de ser un niño.
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